A los trenes

A usted, señor de ahí,
sepa entender las proporciones
que acongojan al espacio
y dan crédito y sentido
al recorrido.

Sepa comprender,
si es posible,
es temprano y los humores,
es temprano, ya le dije,
la mochila…

Por favor, señor, le pido
no me arranque el hombro izquierdo,
baje su bolsito
y el volumen,
su mochila, putamadre, su mochila.

La vida es eso que pasa
mientras el tren se demora
y la limosna de la chica
se hace pan
o galletita,
y el muchacho que no entiende
la mochila siempre al frente
que hacia atrás nos arrincona
y nos envuelve en la marea.

Hay que ofrecerle muerte
o un buen exilio, sin dramatismo,
al imberbe que no piensa
en el otro pasajero
y se caga al mundo entero
con su bolso y su reacción:

¿Podes tener cuidado con mi bolso?
me dijo, descarado,
el inútil que no entiende
que viajar de a dos es fácil
mas no tanto si son mil.

La vida -también- es eso que pasa
mientras el tren se vacía
y las monedas de algún chico
se hacen jugo
o porquerías.

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